El estirado directivo de la gomina y el poquito pelo dio un último vistazo a la fotocopia y se quitó sus gafas de última moda con un gesto en exceso teatral. "Si chupa la patilla, aplaudo", pensó para sí Román.
El estirado directivo comenzó a chupar la patilla de sus gafas, pero Román no cumplió su auto-promesa. Intuía que no estaba el horno para bollos.
-La verdad es que las críticas de tu programa son inmejorables...No hay periódico que no te ponga por las nubes...¡Por no hablar del premio ése de la revista!
Igual, después de todo, no era tan mal momento para hornearse un aumento de sueldo.
-Y la audiencia...50.000 fieles espectadores que presumen orgullosos de no perderse ni una de tus ediciones semanales.
El doble de pasta, eso le iba a pedir.
-En fin, Román...Tienes una semana...Una...para conseguir que al menos un millón de televidentes afirmen indignados que tu programa es un mierda, que debería estar prohibido y que saben de qué va única y exclusivamente porque por casualidad vieron un trocito haciendo zapping...¿Capisci?
-Capisco.
-Pues, ea, a trabajar.
No, no estaba el horno para bollos.
-¿Hay presupuesto para traer a un invitado del extranjero?
-Por supuesto, pero nada de tíos que hablan de exposiciones ni gilipolleces de esas.
-No, éste va a demostrar que su pene no cabe en un vaso de tubo.
-¡Espléndido!
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