-Si nos disculpáis, Jaime, Borjeras y yo vamos un momento a la cafetería.
-Ahora venimos, mamá.
-Hasta ahora, señores.
-¿Quién es el enclenque con bigote ése que ha venido el último, macho?
-No sé. Algún trepa de la Garborsa, supongo.
-¡Qué pesado!
-Sí...¡Oye, ponnos tres cafés solos!
-En fin...¡Qué inesperado lo de vuestro padre!
-Bueno, hay edades en que estas cosas no pillan realmente de sorpresa.
-Lo malo es que no ha dejado bien atado lo de la herencia...
-¡Y mira que se lo decía yo!
-Pues tenemos que decidir qué se hace.
-A mí Pelacuca me ha dado plena libertad para que lo negocie con vosotros.
-¡Jaime, tu mujer debe ser la última española que se fía de su marido!
-¿Y Zucu?
-¡Ésa es tonta, y el marido todavía más! Les damos un piso con un par de cuadros y tan contentos que se quedan.
-Aquí tengo un listado con todas las propiedades significativas de vuestro padre, los reconocidas y las otras. Creo que no se me escapa nada, aunque con ese viejo zorro nunca se sabe.
-¿Te ha dado tiempo ha hacerla desde esta mañana?
-¡No me jodas, hermanito! ¡Qué ingenuo eres! Este picapleitos cabrón la tenía lista desde hace tiempo.
-¡Se llama previsión! Si os vais a poner tan dignos, todo para Pelacuca.
-Para Pelacuca y para ti, dirás.
-Somos marido y mujer.
-Tranquilos, señores. Hay mucho en juego y nosotros mejor que nadie sabemos que no hay dinero calentito sin mucha sangre fría.
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