"Cuando Peabody tocó la puerta de la sala, le dije a voces a través de ella que yo me encargaba de suplirle en la preparación del cadáver, por lo que se podía ir a casa. Él, fiel a su estilo, se marchó sin más preguntas.
En silencio, ante la soga virgen de muerte donde todavía colgaba el saco, saqué de la bolsa que siempre me acompaña una carpeta y unos folios y comencé a escribir este relato que está usted ahora terminando de leer.
Es uno de tantos, y todos recogidas por escrito y escondidos para que nadie jamás los encuentre, o, mejor dicho, para que tarden mucho tiempo. Búsquelos, si es que siente curiosidad por conocer las verdades y las mentiras, la glorias y las miserias de la vida y la muerte tras los muros de una cárcel y fuera de ellos.
Hay unos cuantos, pero sólo le voy a dar una pista para llegar a uno de ellos, si lo encuentra, el le llevará al siguiente.
La pista es Horace Adria.
Y aquí me despido de usted, acaso para siempre o quizás hasta dentro de no mucho tiempo. Sea como fuere, gracias por leer mi historia y ayudarme a quitarme ese peso de encima. Haga con la información que le he revelado lo que su corazón y conciencia le dicten como más conveniente.
Suyo afectuoso
Woodchat Shrike".
No sabía qué milonga le iba a contar al gran experto en genealogía, ni me importaba mucho. Ahora lo único que me preocupaba era Horace Adria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario