"'En fin, jefe. ¿No cree que me merezco que me aclaren un poco todo esto? Ya me callo un montón de estiércol del Gobierno de su Graciosa Majestad, otra pala más al montón no hará que huela peor. O, por lo menos, que me suelten estos dos. Estar tan cerca de un tío que maneja los cuchillos como Knights me tiene bastante intranquilo'.
El director de la carcel me miró con severa resignación y ordeno con un gesto de cabeza que me soltaran.
'Muy bien, señor. Creo que, en efecto, no pasará nada por contarle un par de secretos, puesto que ya ha quedado demostrado que es usted persona de reputada discreción. ¿Hace usted los honores, Knights?'
El fornido policía miró al director con cara sorpresa y hasta hizo un amago de expresar su reticencia, pero el director lo atajó con un simple: 'Puede estar tranquilo, le reitero que este señor es de toda confianza'.
'Muy bien. De entrada, sepa que el tal Johnnie Pulley era un pájaro de cuenta, y no lo digo por lo malo que era como juez de línea. Llevaba años vendiéndole todo lo que le quisieran comprar a los comunistas. Pensaba que nadie sospecharía de él, el niño debilucho, simplón y pusilánime del gran Coronel Pulley. Y tenía razón, hasta que llegó un momento que se confió en exceso, como siempre pasa con estas cosas. ¿Sabía que hasta empezó a utilizar un código de señales para pasar información utilizando su banderín de juez de línea? ¡De locos! El caso es que cuando se confirmaron las sospechas, algunas mentes empezaron a pensar en el Coronel y la humillación que esto supondría para él. Si no había terminado de asimilar que su hijo no entrara en el ejército, saber que era un traidor... Así que se decidió tomar un camino alternativo".
¿Quién decidió? Era inútil preguntar. Sabía que iba a tener todos los verbos, pero ningún sujeto, como suele ser costumbre con este tipo de cosas. Lo único claro es que al Coronel lo querían mucho en algún sitio muy alto, quizás tanto como el mástil de un palacio.
'Así que, ya ve, un "pájaro de cuenta". Y no le llamo "hijo de puta" -que es lo que en verdad es- por el inmenso respeto que tengo por la esposa del Coronel. El caso es que lo organizamos todo. Lo primero era buscar a un alguien ficticio a quien cargarle el muerto -nunca mejor dicho-, así que nos inventamos a Mike O'Regan y para interpretarlo necesitábamos a un absoluto desconocido, por aquello de que nadie se oliera la mentira. Tiramos de Faustino, que es este señor tan majo al que usted le ha propinado una patada en la boca sin venir a cuento. Trabajó para nosotros como espía en Madrid cuando la Guerra, y lo sigue haciendo. Es gallego, que ya sabe que son primos-hermanos de los irlandeses, con lo que que de pinta daba el pego. Y para lo de hablar, en frases sueltas imita a la perfección el acento irlandés, aunque en una conversación se le nota que no es de allí. Ya sólo quedaba esperar a Johnnie a la salida del pub que frecuentaba y darle su merecido por todo el daño que había hecho, de lo que -como usted tan acertadamente ha deducido- me encargué en persona".
Definitivamente, el Coronel Pulley debía ser una persona muy especial, cuando alguien estaba dispuesto a matar por él con esa premeditación y esa saña.
"Luego, sólo quedaba que hubiera un juicio lo más discreto posible con un juez sanguinario y un abogado incompetente y pasota, una condena a muerte y una ejecución simulada -sin testigos ajenos al plan- que es lo que vamos a hacer dentro de un rato. Y ya está: hemos liquidado al cerdo de Johnnie Pulley causándole el mínimo daño a su padre".
Llamativo, que alguien piense que un padre prefiere perder a un hijo a saber que es un traidor a su patria. Y lo peor del caso es que, seguramente, estaba en lo cierto.
Puede que le resulte difícil creer que sea tan fácil que alguien sea condenado a muerte, que debe haber garantías legales que eviten que un plan tan rocambolesco funcione. A eso solo le puedo responder que admiro y envidio su inocencia.
'¿Y "El Califa"?'
'No está, no le llamamos. ¿Para que queríamos un verdugo si aquí no se va a colgar a nadie? Además, usted es el primero que sabe que nunca más lo va a hacer.'
Sentí una alegría inmensa e indescriptible, que convenientemente disimulé.
'En fin, señores. Ya son las nueve pasadas, podemos rematar la comedia. Usted, ya que está aquí, ¿por que no sé encarga de enterrar a Mike 0'Regan en el cementerio de la prisión? El agujero ya está hecho, sólo se trata de meter la caja vacía y tapar con tierra. El resto, esperen unos minutos y salgan con discreción en el coche de policía que les está esperando en el patio. En la puerta principal hay orden de dejarles salir sin tan siquiera hacerles parar. El papeleo es cosa mía".
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