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jueves, 5 de noviembre de 2009

Carné de Gallina (Desmotorizados como Yo).

No tengo coche.

Hala, ya lo he dicho.

Y, lo que es peor, no tengo carné de conducir. Por no tener, ni tan siquiera la más remota idea de cómo diablos se conduce un automóvil, turismo o coche (por no hablar de autocares, autobuses o aeroplanos).

Suerte que tiene uno de vivir en una ciudad con un transporte público razonablemente bueno. Suerte que tiene uno de gustarle eso de pasear las tardes soleadas.

Me dicen que soy menos libre por aquello de tener coche, pero a mí me cuesta entender cómo ligarse a una tonelada de chatarra te acerca más a la libertad.

Porque yo no tengo que buscar (presa del pánico de estar en reserva) una gasolinera en un pueblo de la España profunda, ni preocuparme de si sube o baja el "agua de jeque" (al menos, directamente); porque yo no tengo taller de confianza donde un golfo bigotudo y enmonado me haga esperar dos semanas y me cobre más de lo debido. Y encima se queje de lo complicada que era la avería (y tengo que dar gracias al cielo de lo bueno que él es).

Porque yo no tengo que dar mil vueltas en busca del preciado sitio, ni tengo que acechar a cualquier particular que va con unas llaves en la mano, ni me toca preguntarle aquello de: "¿Te vas?" y aguantar que me restriegue por la jeta eso de que acaba de llegar.

Yo, simplemente, salgo de la boca de Metro o me bajo en mi parada con mi bonometro en la mano y la sonrisa en la boca.

¡Lo simple es bello!

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