Son los candidatos de frontera, aquellos que igual salen, o igual no, dependiendo de lo bien o mal que le vaya al partido. Los que están en el filo de la poltrona vida del parlamentario de tropa, los que aspiran a cuatro de años de prensa en escaño y largos descansos de café, tan sólo interrumpidos por los reglamentarios aplausos al propio y los abucheos al contrario.
Los que sueñan con los, por ejemplo, 3.000 euros mensuales que cobra un diputado español (sueldo base, que luego hay complementos múltiples).
Y todo eso, dependiendo de los caprichos del electorado de provincias, de un puñadete de votos. Es para estar nervioso, ¿no?

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