Las elecciones las suele ganar el candidato que más y mejor ilusiona al electorado. En otras palabras, siempre sale presidente el mejor ilusionista.
Eso son, en esencia, los políticos: maestros del embuste con floritura, expertos en hacerte mirar a la mano derecha mientras con la izquierda se esconden la moneda...
Que sí, que resulta difícil creer a tanto mentiroso, pero...
¿Qué hacemos si no?
¿Anarquía? Si las presupuestos de los que parte la Anarquía fueran ciertos, ni la Anarquía ni ningún otro sistema político serían necesarios. Sí, todo muy bonito en teoría, pero, en la práctica, la Anarquía acaba siendo una anarquía total.
¿Comunismo? Todo el mundo funcionario. Sí, yo también prefiero ni pensarlo. No le resultó a los rusos con lo cuadriculados, ordenaditos y disciplinados que son, como para implantarlo en España. Al primer día ya nos tendrían que mandar a las Cascos Azules para desalojar las cafeterías a las 12 de la mañana.
¿Dictadura? No es mala alternativa, si uno se conforma con plato, techo y tener vagones de Metro muy limpitos. No te van a dejar pensar o expresarte, pero es un sacrificio que muchos pueden hacer sin el más mínimo esfuerzo. Realmente, no parece que esté tan mal esto de la Dictadura. Debe ser por eso que, en la práctica, hay millones de personas que creen en ella y la votan, hábilmente disfrazada en forma de un Gobierno en el que uno puede expresar sus ideas ante sus mandatarios con total libertad y sin temor a ser encarcelado. Ellos se limitarán a no hacerte el más mínimo caso. Para eso, casi mejor que te lleven a comisaria y te metan una paliza. Así, al menos, te quedará la dignidad.
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