Si la España Profunda no iba a los grandes escenarios de las artes escénicas mundiales, las artes escénicas iban a la España Profunda (de la mano de ellos y de ellas).
No hay duda ninguna de que Franky Altobelli (Francisco Díaz Cortés) no era Frank Sinatra, o de que el dúo "Jalisco Rudo" (naturales ambos de Asturias) jamás terminó de tener un acento mejicano del todo convincente, y, por descontando que el "Gran Enygma" jamás hará desaparecer nada más grande que un caniche común.
Pero ahí estaban, currantes del arte y de la diversión. Sacando sus vidas adelante en un mar de carencias de todo tipo, en los cabarets de tercera y las fiestas patronales, ante un público que nunca terminaba de callarse o que se creía con el derecho de pitar lo que no entiende.
A todos ellos, a los humoristas que cuentan los chistes más viejos del mundo con un forzado acento andaluz (e incluso siguen imitando a Felipe González), a las que se tienen que conforman con cantar las canciones de otras, a los tres o cuatro ventrílocuos que todavía resisten, y se siguen tapando la boca con el micrófono. A todos ellos, mi pequeño homenaje.
Porque no por tener menos talento se le tiene menos amor al arte.
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