¿Le parece a usted una niña de quince años maquillada tan ridícula como a mí?
Aún cuando no tienen arrugas que disimular, aunque el rímel pegue más bien poco con un uniforme escolar, las adolescentes de toda España encuentran el tiempo por la mañana (que no logro adivinar de qué chistera lo sacan) para la sesión de maquillaje.
Y no sé cuáles me producen más espanto, si esas poquitas que derrochan inexperta torpeza y exceso con el colorete, la sombra y la barra de labios, o la mayoría que luce trabajos casi profesionales. Que da miedo, porque son niñas que no parecen niñas por fuera, y uno se pregunta: ¿lo serán por dentro?
Los quinceañeros son, por naturaleza, coches a toda velocidad. Y es responsabilidad social -empezando por papás y mamás- proporcionarles los frenos.
De lo contrario, demasiados se acaban estrellando.
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