Vago se nace, porque ni para hacerse vago se esforzaría esa gente. No obstante, salen adelante en la vida y acaban encontrando un empleo (de vago, se entiende). Uno de esos trabajos cuya único objetivo en aminorar el acelerado paso de los engranajes de la sociedad. Porque, la verdad sea dicha, la gente trabajadora no aguantaría ni media hora de oficina diaria si no fuera por las convenientes pausas-respiro que el vago de turno marca con su cansino obrar junto a la fotocopiadora o la interminable odisea de ir a buscar el informe de turno.
Así pues, los vagos son un elemento necesario y terapéutico dentro del entramado socio-laboral español y, como tales, desde aquí solicito para ellos un monumento levantando con fondos públicos (de los más apropiado, teniendo en cuenta a quien se homenajea).
Lo reclamo yo, porque ellos, obviamente, jamás se molestarán en hacerlo.
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