Puedo certificar por mi honor de futbolero que hasta a los más rudos peones del ejército del cafrerío patrio se les ponen los pelos del sobaco como escarpias cuando suena por megafonía el himno de la "Champions League".
Significa esto, por tanto, que incluso aquellos que alardean con orgulloso de que "en mi puta vida he leído un libro" (cito textualmente) o que piensan que un motete es lo que se sacan en los semáforo, tienen...sensibilidad.
Y, como resulta que el himno de la Champions no es más que un arreglo que Tony Britten hizo de la pieza "Zadok, the Priest" de Handel, pues es que tenemos a gente que no le gusta la música clásica que le gusta la música clásica.
La propuesta es repartir una octavilla a la entrada de los estadios que diga: "¿Te gusta el himno de la Champions"? Es de un tal Georg Friedrich Handel. ¿Por qué no escuchar más cosas suyas?" Igual hasta curamos a uno, dos o mil cafres de lo suyo...
(Que me perdonen las élites cultas por esto. Ya sé que a ellos no les molaría mucho que sus galas regaladas se les llenaran de según que gente).
El momento himno es para vivirlo, créame.
No hay comentarios:
Publicar un comentario