Ahora que todo un país (en el fondo, todo un planeta) deposita sus esperanzas en un solo hombre -fuerte, motivador y carismático-, 60 hombres deben sentir una muy curiosa sensación: también ellos vuelcan toda su esperanza y, ¡menuda paradoja!, todo su miedo en él. Acaso son los que más. Simplemente, porque la firma de ese hombre es la diferencia entre la vida y la muerte.
Debe ser una sensación curiosa, ya digo, ver por televisión que aplauden y vitorean como un mesías redentor al señor que podría dar la orden de que te maten. Acaso lo hará por la mañana, a sangre fría frente a un café caliente; o de noche, con la tele de fondo.
Personalmente, bien poco me importa que este caballero salve al capitalismo si luego rubrica sentencias de muerte. Pues, con ellas, también ejecuta al respeto que yo le pueda tener.
51 presos se encuentran los corredores de la muerte federales, y 9 en el militar. El destino de todos ellos, en última instancia, será decisión de un tal Barak Obama.
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