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jueves, 25 de diciembre de 2008

Dead Santa Claus Walking.

En los Estados Unidos no se ejecuta en Navidades, es una norma no escrita. Desde que se reanudaron los ajusticiamientos en 1977, nadie ha ido al cadalso de cristal y neón entre el 20 de diciembre y el 3 de enero, ambos inclusives.

Bueno, miento. Como con toda regla, hubo una excepción: Robert Lee Willie.

¿Tan grave fue su delito que el estado de Luisiana no dudo en darle matarile con el espumillón puesto? Quizás.

Una cosa debe quedar bien clara, como la inmensa mayoría de los inquilinos de corredor de la muerte, Robert L. Willie no era ningún angelito. Era un asesino y violador confeso y reincidente. Sin duda, nadie que la sociedad pueda arriesgarse a dejar libertad. Pero de ahí a electrocutar, va un abismo. El que separa la justicia de la venganza.

Seguramente usted me dirá que, puestos a ser ejecutados, igual da una fecha que otra. Y razón no le falta. Pero, sinceramente, no me habría gustado verme en el pellejo de los funcionarios de prisiones que pasaron aquel día de Navidad vigilando a un muerto con vida, en vez estar jugando en casa con sus hijos.

¿El deber? Pues yo creo que hay deberes que nadie debería exigir. Por pura y simple humanidad.

Robert L. Willie murió en la silla eléctrica de Luisiana (conocida en el argot de la cárcel como "La espantosa Gertie") el 28 de diciembre de 1984. Su caso fue uno de los dos que inspiró el libro (y la posterior película) "Pena de Muerte". Como comprobará por la foto, el trabajo de caracterización de Sean Penn fue de 10 sobre 10.

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