Es una pena que se haya perdido aquello tan renacentista del soldado-poeta. Recuerdo la sorpresa y admiración con que aprendí que Garcilaso de la Vega, además de escribir versos del todo incompresibles para mi pobre mente adolescente, había sido un destacado hombre de armas fallecido en combate. ¿Por qué ya no quedan de esos? ¿Por qué tantos escritores de ahora tienen que ser un atajo de cursis y pedantes perdidamente enamorados de sí mismos? ¿Por qué no tenemos un, por ejemplo, sargento Centenero Burgos, que maneja el Word con el mismo acierto que un tanque Leopard?
Unos dirán que la vida militar, de puro sacrificada, deja poco tiempo para versos y prosas; mientras que los del otro lado seguro que afirman que en un ejército sólo caben músculos sin cerebro sedientos de pelea, vino peleón y prostitutas de gama baja.
Sea lo que sea, ¡qué bonito sería volver a tener un Garcilaso (aunque me temo que sigo sin entender del todo su poesía)!
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