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viernes, 19 de septiembre de 2008

Gafas...también sirven para ver.

Soy tan miope que creo que la comadrona ya le dijo a mi madre: "Enhorabuena, señora. Ha tenido usted un bebé precioso. Por cierto, va a haber que ponerle gafas".

Cuando yo era pequeño, lo de llevar cristales montados del Canada no te hacia demasiada gracia, pero, dado que la alternativa era darle las buenas tardes a los percheros, no quedó otro remedio. Pero, claro está, eso fue antes de que las gafas se convirtieran, casi por sorpresa, en una poderoso e imprescindible complemento de moda.

Dan un aire intelectual, como de persona que lee libros, e incluso los entiende. Además, ahora se presentan con multitud de diseños y colores. Vamos, que el no llevar unas gafas rojo chillón es sinónimo de incultura y de no estar a la moda.

Si uno no tiene problemas de visión, es igual. Cristal blanco y carril. Todo por la fashion.

(También está el horrendo modelo Woody Allen, imprescindible para los cómicos o aspirantes a).

Pero es que además de imagen estática, la gafa es un potente aliado a la hora de adentrarse en la pantanosas aguas del lenguaje no verbal. Señale con ellas a su adversario en la negociación en prueba de su amenazador dominio, póngase a limpiarlas con aire despistado en señal de desde o, muy especialmente, haga...el gesto: Chupe la patilla, que es un arte plagado de matices. Si se hace con semblante serio, transmite concentración e inteligencia; si se acompaña de una sonrisa, complicidad y seducción.

Da igual lo buen político, periodista o empresario que seas, si no eres diestro malabarista de tus anteojos, estás perdido.


(Por cierto, de las gafas de sol ya hablaremos otro día).

"Música a cuento de..." Gafas. Pues el "Imagine" de John Lennon, propietario original de otras lentes imitadas hasta la saciedad. (Pulse al Play de la derecha para oírla).

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