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miércoles, 16 de julio de 2008

Morbo en vena.

El ser humano siente una misteriosa y fortísima atracción hacia todo lo relacionado con el origen y el fin de su existencia, ambos en su más cruda expresión.

Si quiere usted tener éxito, ofrezca sexo y violencia: El intento de generar vida y de quitarla, dos temas que vuelven al ser presuntamente racional de los más irracional. A esta fuerza cósmica interna se la suele conocer como "morbo".

Nada nuevo. Los espectáculos de sexo y violencia han sido siempre un elemento estelar de la industria del entretenimiento. Desde las peleas de gladiadores hasta la programación televisiva, pasando por las ejecuciones públicas ("Lo hacemos como escarmiento y disuasión de futuros criminales". Mentira podrida, lo hacéis porque al pueblo le encanta el espectáculo).

Lo curioso es que nadie siente ni una miga de orgullo por ser un morboso. De hecho, son bien pocos los que reconocen abiertamente serlo. Fíjese, por ejemplo, cómo las televisiones maquillan la ración de morbo con afeites tales como "imágenes con la pretendemos denunciar..." o "programa de impacto".

¿Por qué ser tan falsos? Llamen directamente a su espacio "Morbo Total" y ofrezca sin complejos lo que el lado oscuro de todo hombre y mujer tanto desea: Peleas de perros a cámara oculta y lenta, una persecución en Los Angeles donde un chorizo de tercera perece acribillado y una maciza cajera de un Mercadona, aspirante a actriz y modelo, enseñando las tetas al ritmo de Joe Cocker.

¿No le gustaría saber cómo termina la cosa?

"Música a cuento de..." morbo. "Claro de Luna" de Claude Debussy. Un tal Leslie Gireth se pasó la noche previa a su ejecución en 1943 escuchándola una y otra vez. Era la pieza favorita de su amante, con la que había hecho el pacto de matarla y luego suicidarse él. Sólo tuvo el valor de cumplir la primera parte. Sin problemas, el soberano estado de California no tuvo ningún remilgo en completar el trabajo.

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