La vida de un periódico debe ser deprimente. Todo comienza de un modo más que exitoso, cuando te dejan en la barra del bar y todos se pelean por leerte. Pero, según van pasando las horas, la cosa va a peor, el interés disminuye y cuando termina la jornada, uno escucha por primera vez la frase fatídica: "Es el de ayer". Entonces, el pobre periódico ya sabe cuál es su destino: el contenedor de reciclaje. (Con la llegada del papel de plata, ya ni para envolver bocadillos).
Pero no te deprimas, amigo periódico. Reciclarse es lo contrario de morir. Volverás a ser el diario del día, o quizás acabes de Premio Planeta. O lo mismo acabas de rollo de papel higiénico. (Siempre tiene que haber un pesimista que lo arruine todo, leñe).
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