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viernes, 28 de diciembre de 2007

Los moradores de las ventanillas.

Me pone muy nervioso la gente que prioriza la norma sobre la lógica. Debe ser por eso que la burocracia y yo somos enemigos mortales.

Di mis datos al entrar en la universidad, y los volví a dar, idénticos y tras rendir la cola reglamentaria, en segundo, tercero, cuarto y quinto. Un año tuve la feliz idea de aprovechar que había aprobado todo en junio (como siempre) y decidí matricularme en julio. Aquel bus tardó más que ir andando, pues la desdichada norma sólo permitía matriculación tempranera si se pedía beca, con lo que este hijo único cuyos dos padres trabajaban y vivía a media hora a pata del campus tuvo que hacer aún más papeles para pedir una ayuda que, de antemano, era absolutamente imposible que le concedieran.

Terminé la carrera y tocó pedir el título, para lo cual me exigieron todo un surtido de papeles, incluyendo el diploma de Bachillerato. La cuestión era que ya lo había tenido que presentar para entrar en la Facultad, ¿por qué me lo volvían a pedir para salir?

Y la rueda de la burocracia académica siguió rodando. Hice el curso de profesor (C.A.P para los amigos) y más colas, papeles, formularios y formalidades.

¡Qué absurdo! Mas, un momento, ahora que caigo, cada nuevo round de mi pelea contra los moradores de las ventanillas traía consigo una visita al banco para pagar (jugosas) tasas. ¿Qué absurdo?

¡Qué Universidad la mía, que tiene casi más sucursales bancarias que bibliotecas!

Otra de la figuras clave en la traumática cola de primero de carrera, la "mamá enterá" que dice a voces: "huy, pues si fotocopia de las notas de Selectividad no está compulsada, no vale". En este caso, es la señora de la falda verde. Observe la cara de la pobre chica que se ha dado la vuelta. Tranquila, lo de la fotocopia compulsada era una leyenda urbana.

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