Buscar en Mundo Jackson

jueves, 8 de diciembre de 2011

El Perdido Arte de Saltar al Campo.

Ahora es muy bonito: con los niños de la manita, con la música retumbando en todo el estadio, con la lluvia de flashes desde las gradas. Luego se saludan todos a todos (a menudo, con pocas o nulas ganas, o intentando disimular el careto de: "¿quién diablos será este tío?")

Entiendo que la idea es quitarle hierro al asunto, rebajar la tensión y, con ello, cortarle las alas a la violencia en el deporte...

Pero, lo siento mucho, a mí me gustaba mucho más lo de antes: cuando los futbolistas saltaban al terreno de juego en viril sprint, a menudo espoleados por los gritos del capitán (con bigote). Era el pie teatral que marcaba a las gradas el momento preciso de estallar por primera vez en la tarde. Para mí, era parte del espectáculo, una parte importante, uno de mis momentos favoritos del partido. ¡Todavía se me eriza el pelo con sólo recordarlo!

Y, si me apura, hasta miro con la falsa nostalgia de un tiempo que no vivi a las imágenes en blanco y negro mudo en que los equipos entran en el rectángulo de la verdad. En cabeza siempre está el portero, con jersey de cuello vuelto y botando el balón que lleva entre las manos. Y, detrás, sus compañeros, de cejas pobladas y peinado de niño de Primera Comunión.

Son imágenes que nos devuelven el regusto casi olvidado de los tiempos en que el fútbol era sólo fútbol. Ahora, es tantísimas cosas, que ya casi no le queda tiempo para ser ese deporte sencillo, maravilloso y embriagador; ese deporte carente de periodistas con delirios de grandeza, carente de grandes patrocinadores y circos paralelos de tres pistas. Aquel deporte que tantos y tantos hemos mamado desde bien chiquitos, y del que nunca lograremos librarnos.

Ni tenemos la más mínima intención de hacerlo.
 

No hay comentarios: