Todas las caras se quedaron boquiabiertas bajo el agradable sol dominical. Unos, por encontrarse con dos caballos cuando esperaban que tan solo apareciera uno bajo la tela, mientras que otros estaban simplemente impresionados porque daba la clara sensación de que aquellos bichos -en durísima y agónica pugna- iban a salir disparados del pedestal en cualquier momento.
El caso es que nadie aplaudía.
Como más o menos se esperaba todo aquello, el artista de fama mundial tomó el micrófono y rompió tan incómodo silencio.
"Hace unos meses, recibí el encargo por parte del patronato de este hipódromo de realizar una escultura del singular caballo "Greyfriar Abbott" en la cual se reflejara toda su legendaria grandeza. Y aquí la tienen. Sin duda, ninguno de ustedes esperaba encontrarlo acompañado, pero es que, al menos a mí, me resulta imposible concebir, y por tanto plasmar, tal grandeza si no es en compañía de su gran enemigo. Creo que jamás habríamos podido ver a "Greyfriar Abbott" en todo su mítico esplendor si "Perfid Albion" no hubiera estado allí, empujándolo, tirando de él, forzándolo a sacar todo lo que tenía dentro. En efecto, "Greyfriar Abbott" llegó a ser campeón de campeones gracias a que "Perfid Albion" lo derrotó y lo impulsó a dar el máximo de sí mismo. Según yo lo veo "Perfid Albion" fue el viento bajo los cascos que pertimitió a "Greyfrair Abbott" volar hasta lo más alto del Olimpo de los caballos de carreras".
(-Ya te dije yo que teníamos que contratar al otro, que era más barato y nada dado a estas gilipolleces).
(-¿Y ahora qué hacemos?)
(-Pues sonreír, aplaudir y comernos la mierda esta con patatas).
(-Hombre....Una mierda no es, que los caballos están clavados...)
(-¡Pero no es lo que queríamos, coño!)
Y así fue como aquel hipódromo inglés se convirtió en lugar de obligada peregrinación para miles y miles de amantes del arte deseosos de ver una de las obras cumbre de uno de los grandes de la escultura, por mucho que la mayoría de miembros del patronato se siguieran sintiendo profundamente decepcionados y estafados con la pieza escultórica.
Una escultura que, como todas las obras maestras, lleva una curiosidad aparejada: los dos caballos tienen sus cabezas totalmente igualadas, sin que una esté ni un milímetro por delante de la obra.
No es casual, de hecho el artista puso todo su empeño para lograrlo. A él no le quedaba las más mínima duda de que debía ser así.
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