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sábado, 10 de julio de 2010

Los Casos de Woodchat Shrike: Un Asesino Fuera de Juego (5).

Me estaba volviendo un poco paranoico con aquello del manuscrito. Llegado al aeropuerto de Heathrow, sólo me atrevía a sacarlo de mi maletín para continuar la lectura tras recluirme en la relativa intimidad de un retrete de los lavabos.

"Confieso que me picaba la curiosidad cada vez más. El tal Coronel Arnlod W. Pulley parecía un tipo fuera de lo normal, como confirmaba su pública hoja de servicios. Había llegado el momento de conocer al hombre, y nadie retrata mejor a una persona que sus subordinados. Vestí mi viejo uniforme militar -sí, yo también serví a mi Patria en la II Guerra Mundial y fue *(1)-, pues sabía que la confortante visión de uno de los tuyos siempre suelta la lengua más de lo debido.

No me equivoqué (aunque las pintas también ayudaron lo suyo). Hice un par de llamadas, llamé a la puerta correcta y me pude entrevistar con un hombre que había servido a las órdenes de Pulley en el Norte de África. Admiracíón es poco para describir lo que le salía por los poros al hablar de su superior a aquel estereotípico sargento regordete, colorado y de apellido Gordon.

Lo describía como firme y exigente hasta el extremo, pera también justo y, sobre todo, un hombre que no pediría a sus hombres que hicieran algo que el mismo no haría. Un líder nato tanto en la cantina como ante el enemigo.

Cuando saqué, con toda la premeditación de la aparente casualidad, el tema de la trágica muerte de su hijo, a Gordon se le contrajeron el entrecejo y el ánimo. Se golpeó la pierna con rabia y exclamó: '¡Maldita sea, Knights, un segundo antes y lo habrías salvado!'. Yo le pregunté quién era el tal Knights y me confesó que era un antiguo compañero de armas, que también había servido a las ordenes de Pulley. Tras la guerra, se había metido a policía, y, por esas casualidades de la vida, había sido el agente que redujo y arrestó al asesino del hijo de su antiguo superior. Hecha la confidencia, Gordon se quedo un momento pensativo y me pidió que no compartiera esa información con nadie, puesto que Knights no quería que la prensa lo mareara con preguntas estúpidas

Yo me despedí de Gordon asegurándole que el secreto estaba a salvo conmigo".

Los golpes contra la puerta de un señor -norteamericano por el acento con que me gritaba "¡que me estoy cagando, leñe!"-, me obligaron (una vez más) a interrumpir mi lectura.

* (1) Ese renglón estaba tachado, varias veces, hasta hacerse totalmente ilegible. Sin duda, Shrike se arrepentía del todo de lo que había escrito en él.

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