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sábado, 21 de noviembre de 2009

La Justicia del Fororo.

Un periodista deportivo dijo por la radio que al señor Moraleda Pradete lo iba a tener que sacar del estadio el ejército en un tanque. No fue necesario, un furgón policial bastó, aunque, las cosas como son, alguna que otra pelota de goma hubo que usar para abrirle paso.

Un fuera de juego, un gol anulado, una copa que cambia de manos muy rivales, frustración, irá, teorías de la conspiración...

Pero la tecnología le dio la razón. Por un milímetro, una gota de sudor, un suspiro, pero era fuera de juego. El fuera de juego más difícil de la historia y había acertado. Cuando se certificó su acierto, su sufrida mujer le dijo con una sonrisa de amor a amor: "¡Mira, ahora puedes dormir tranquilo".

"Yo siempre tengo la conciencia muy tranquila. Lo único que me quitaría el sueño sería equivocarme adrede".

***

No se podía ser más forofo que Tomás. Su mujer decía, se supone que en broma, que no se había casado con su equipo porque once tíos no le cabían en la cama.

Si Tomas hubiera tenido la oportunidad de echarla la mano encima a Moraleda Pradete aquel día, le habría matado, sin metáforas. Eso mismo llevaba toda la semana rondándole la cabeza, que había estado dispuesto a liquidar a un pobre señor por un delito que no era tal, y que ni tan siquiera había cometido.

No era correcto, no. Un árbitro es un ser humano y les despojaban de eso mismo, de lo más básico, del derecho de "ser humano" y equivocarse. En cambio, no había premio para el acierto, como si ser perfecto fuera su obligación.

"Nunca un estadio aplaudió a un árbitro", esa era la idea de la que no conseguía librarse, y decidió que se quitaría esa carga de encima como fuera. Así que cogió su teléfono móvil y buscó la primera peña por orden alfabético.

***

El partido no era el más interesante de la última jornada. De hecho, allí nadie se jugaba nada. "Mejor para mí", pensó Moraleda Pradete.

Al asomarse por el túnel de vestuarios, le llamó la atención el lleno absoluto que presentaba el estadio para un partido de trámite. "Estos de provincias están locos".

Fue pisar el césped y todo el campo se levantó e inició sus cánticos, aplaudiento a rabiar, "¡Mo-ra-le-da, Mo-ra-le-da, Mo-ra-le-da..!"

Aquello debía ser una broma de mal gusto, pero el tiro les estaba saliendo por la culata. Todo el estadio coreaba su nombre y de eso se trataba. Le daba igual que fuera en cachondeo.

Pero no lo era. Tomás, puesto en pie, aplaudía como en su vida lo había hecho, sonriendo con la inmensa dicha que da sentirse agente de la justicia más simple y más bella.

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