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lunes, 23 de noviembre de 2009

El Paraíso Termina en los Pirineos (Los de la Tortilla Despatatada).

No tengo nada en contra de los franceses más allá de lo que la razón dicta como lógico y normal.

Cierto es que nos invadieron, y que en cualquier otro país los patriotas en bloque harían del del anti-franchutismo su bandera. Pero España es diferente, aquí, los patriotas españoles están demasiado ocupados odiando a otros españoles porque juzgan que no son lo bastante patriotas. Curioso modo de amar a un país.

Pero volviendo a nuestros vecinos del norte, aparte de los aviones Dassault, un himno cojonudo (con perdón), un trío de mosqueteros que ficho a D'artagnan para poder jugar al mus y las ruletas de Zidane (y éstas últimas son francesas adoptivas) no creo que el pueblo francés haya hecho una contribución especialmente destacable a la Humanidad.

¿La Revolución? Estaría totalmente olvidada si no fuera por tanta morbosa decapitación. ¿Napoleón? Un tipo que intenta invadir Rusia en invierno no podía ser tan listo. ¿París? La sede del Mecano más grande del mundo y poco más. ¿Literatura? Los libros les salen demasiado largos. ¿Música? Tragedias cantadas por gente que parece que se está atragantado ¿Vinos? Soy abstemio. ¿Panadería y bollería? Eso es que usted no se ha comido unas porras en condiciones. ¿Costa Azul? Benidorm con un baño de cursilería. ¿Chanel? Trapos que para que las nuevas ricas presumidas paguen su particular "impuesto revolucionario". Y del idioma, prefiero no hablar (ya que no lo hablo).

¿Sigo?

No, mejor no. Aunque, insisto, es ver pasar un producto Dassault surcando los cielos y se me hace el culito agua de limón.

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