Quizas no se ha dado cuenta, pero ahora cualquier chico o chica malos del barrio que se precie, recorre nuestras calles con la capucha puesta, llueva, haga sol o sea de noche. Si, al mas puro estilo monje benedictino.
Es una moda como otra cualquiera y llegara el no muy lejano dia en que estos malos del barrio, convertidos en abogados, carniceros o dependientes de gran superficie, echen la vista atras en forma de nostalgico repaso del album de fotos electronico y pronuncie la frase magica, esa que marca el paso de la adolescencia a la madurez:
Pero que gilipollas eramos!!!
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