Los Tres Hermanos Marx eran Cinco. Tratándose de ellos, no hubiera podido ser de otro modo. Groucho y Harpo fueron los dos extremos de una misma genialidad. Verborrea contra silencio. Chico pasaba por allí y acertó a subirse al carro del éxito en la piel de un curioso personaje de peculiar acento italiano, (acento que, por desgracia, desaparece en combate en la versión mutilada al español. Perdón, quise decir doblada).
Gummo lo dejó todo antes de que empezara en serio, y se metió en el mundo de los negocios con la sana intención de hacerse muy, muy rico. Y lo logró.
¿Y Zeppo?
Zeppo era el pequeño, dicen que el más simpático e incluso el más gracioso. Le sobraba talento, y hasta sustituía a cualquiera de sus hermanos en escena si éste se encontraba indispuesto. Las crónicas de la época afirman que era mejor Groucho Marx que el propio Groucho.
Pero, por alguna razón de lógica inexplicable, Zeppo no encontró un personaje con el que encajar en el rompecabezas de la genialidad. Le metieron con calzador en la primeras películas, haciendo de galán cursi-pitiminí, pero aquello no funcionaba.
Resignado ante la lógica de "lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible", Zeppo abandonó el mundo de la interpretación y siguió a su hermano Gummo en la lucrativa y tediosa senda de la empresa, donde no le fue nada mal.
Sin embargo, mucho me temo que, hasta el mismo día de su muerte, una pregunta estuvo haciéndole la Vuelta Ciclista a la Mente: "¿Por qué ellos sí y yo no?"
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