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martes, 26 de mayo de 2009

El Cliente Siempre Tiene la Razón (Aunque Diga que Dos más Dos son Cinco).

No sé usted, pero, en los tiempos "remotocicletos" en que era colegial raso del ejército escolar español, jamás me consideré como un cliente de nadie.

Era un alumno, un ignorante al que desasnar, al que mostrarle la belleza de las ciencias y de las letras, y cuya misión era esforzarse, aprender y callar.

Entonces, a alguna sesera en huelga se le ocurrió aquello de que un colegio es una empresa. Y una empresa necesita...sí, clientes.

Con, comprensibles, naturalidad y rapidez, padres y alumnos asimilaron el concepto. Y los profesores pasamos a ser dependientes, camareros o comerciales de cremas de belleza. Meros subordinados a las que no sólo les puedo, sino que les debo, exigir. Si mi hijo no aprende, mi reacción a de ser la que tendría en un restaurante cuando me traen la sopa fría: queja irritada y exigencia de reparación.

De hecho, creo que si me pidieran que describiera cómo es, a veces, esto de dar clase, diría que se parece a trabajar de camarero en un restaurante donde la comida de cada comensal lo decide un Ministerio.

"A ver, para hoy tenemos la Reconquista, el área del triángulo, las oraciones de relativo y, de postre, lección de flauta dulce".

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