No hay buen cuento sin un hombre pobre, honrado y con la imperiosa necesidad de un milagro, aunque sea por lo "hadil".
Julián cumplía todos estos requisitos. Era más pobre que una cucaracha que pide limosna a la puerta de un bar para ratas pobres, más honrado que aquellos tan honrados que nunca presumen de lo honrados que son y, con una mujer y diez hijos que alimentar, ya se hacen ustedes una idea de la situación.
Sobra decir que su Hada Madrina le ofreció a Julián hacer un apaño y volverle más Rico que el Puerto. Al fin y al teniente, Julíán era pobre y honrado, con lo que daba el perfil.
Pero volvemos a lo de que Julián era muy honrado, así que aquello de ser rico habiendo tantos pobres, no le parecía de recibo. Así que su Hada Madrina tuvo que buscar una solución alternativa.
Como Julián quería ganarse cada moneda de cobre de manera honrada, le dio más oportunidades de hacerlo. Miles, de hecho.
Julián pasó de tener un amo a tener mil. Pasaba todo el día trabajando y, gracias a ello, sacaba suficientes jornales de miseria como para sumar un salario decente.
Julián se volvía loco, en especial cuando dos amos le daban órdenes contrapuestas. Pero es lo que tiene ser tan honrado. Que se duerme muy bien por la noche.
No tanto por lo de tener la conciencia tranquila como porque estás agotado por haberte dejado alma, corazón y cuernos para ganarte la vida.
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