Es el círculo vicioso del frutero que no coge un taxi porque ya la simple bajada de bandera le suena a "arriba las manos", pero que se encorajina cuando doña Flora le suelta a la cara que los limones están a precio de oro. En cambio, la misma doña Flora se indigna cuando la señora del taxista le regatea los diez euros por hora que cobra por la ración particular de inglés para Manolito (que es que no le entra porque a mi Manolito siempre se le han dado muy mal los idiomas, ¡qué le vamos a hacer! Además, que la profesora le tiene manía desde un día hace siete meses que ella puso algo mal en la pizarra y mi Manolito la corrigió, porque mi Manolito es muy listo, aunque no se le dan muy bien los idiomas...)
En resumen, que las cosas tienen su precio y hay que pagarlo. Y al que le guste regatear, que se compre un balón.
(¡Sí, y un jamón pa' ti! ¿Tú sabes lo que me querían cobrar el otro día en el Corte Inglés por un cacho de plástico que no era ni de reglamento?)

Para esto, en cambio, siempre hay dinero. La crisis me empezará a preocupar de verdad cuando empiecen a cerrar bares.
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