Rosales es un tío con clase, un chulo exento de chulería, un señor en potencia. Y todo, sin demostrar esfuerzo, sin alterarse, sin perder el control ni por un instante.
Cuesta imaginarse a Rosales llorando, aunque se supone que alguna vez lo habrá hecho. Se supone. También raro es ver sus labios sonriendo. Las pocas sonrisas que se permite, las hace siempre con la mirada. Aunque, por supuesto, tiene el sentido del humor más fino de todo su piso.
-Cabrero, ten cuidado, que te vas a llevar un "copazo".
Cabrero apartó la vista del raro placer de ver nevar y miró a Rosales. Los cuatro ojos estaban muertos de risa. Rosales era lo más parecido a la perfección que conocía. Hasta sus defectos lo eran.

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