Son los que confunden el perdón con el olvido. Está claro que olvidar conduce de cabeza a la repetición del error, por lo que nunca hay que hacerlo. Pero siempre hay que perdonar, al menos luchar a patadas por intentarlo. No hay que dejar que las traiciones, las canalladas o las burlas te claven las uñas negras en el alma y se queden para siempre colgadas de tu vida, sin permitirte ser feliz.
¡Cuánto daño hacéis, resentidos! Parecéis toros a los que les han sacado los ojos, bramando las tripas por la boca y dando cornadas al azar, sin importaros a quién herís.
(¿Escribo esto por resentimiento hacia un resentido? Quizás.)

Yago, magistral disección del resentido y sus peligros. Lo pueden conocer en "Otelo" de un tal Shakespeare.
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