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jueves, 21 de febrero de 2008

De Purita a la Lorelay, breve historia de la fresca de la clase.

Es otro ejemplo más de la sangrante y generalizada discriminación de género. El chico que llena su vida social de partenaires es el héroe del partido. Su corte de babosos escucha ávida el relato pormenorizado de sus hazañas. En realidad, son muy aburridas. Sólo cambia el nombre, y, sinceramente, ese es el dato menos importante.

En cambio, ella está marcada. Todos han pasado por sus manos, como una étapa más de su adolescencia. La llaman todo aquello que usted se imagina, esos mismos que bebieron con salvaje ansia los primeros tragos de lujuria de sus labios (¡toma frase!) En los tiempos oscuros, era Purita (la que se dejaba en el cine), ahora es "la Loleray", la que sus padres nunca están en casa, la que se maquilla más que las otras, la más osada, la que dicen que ya...

Afortunadamente, las cosas están cambiando y cada vez más chicas pintan de éxito lo que antes era toda una mácula en su expediente vital. No obstante, la idea del hombre como cazador y la mujer como inocente cervatillo sigue inscrita en muchas mentes.

¿Moraleja de todo esto? Pues permítanme que les dé dos.

Para los más liberales: en el juego de la seducción siempre hay dos vencedores, independientemente de quién lleve los boxers y quién el tanga.

Para los más conservadores: a menudo es preferible ganar sólo una Copa de Europa y un par ligas, y no 321 trofeos "Mantequerías Leonesas S.A."

¿Quién caza a quién?

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