-¡Kostas, te llama el marchante de Nueva York!
-¡Dile que ahora le llamo, cariño!
-¡No hace falta, era sólo para recordarte que todavía no le has enviado el encargo de las Naciones Unidas, y la presentación es en cinco días!
Se acabó la tranquilidad. ¡El dichoso cuadrito de la ONU! Kostas asomó el gesto alarmado por la puerta del cuarto de baño.
-¿No era para la última semana de mayo?
-¡Que es precisamente la que viene!...¡Dime que ya lo tienes casi terminado!...¡¡Dime que lo has empezado!!...¡¡¡Dios mío!!!
-¡No te preocupes, se me ocurrirá algo, recuerda, me dedico a eso!
Kostas volvió a cerrar la puerta para retomar su lectura.
-Por cierto, ¿Cuál era exactamente el encargo?
-"Una obra plástica de denuncia de la injusticia".
-OK.
* * *
-(¿Y cuánto dices que te han pagado por eso, cariño?)
-(Cien mil dólares).
-(Eres un estafador).
-(Que va, mírales, están encantados. Tienen todo un "Koidorakis")
-(Pues a mí me parece un timo).
El Secretario General de la ONU -bañado en flashes- dirigía unas emotivísimas palabras sobre la injusticia y lo injusta que era, ante un publico que tenía la cabeza puesta en los canapés de después.
A su lado, la flamante creación motivo del acto: una plancha de madera enmarcada que tenía en el centro un pedazo de papel higiénico con una carita pintada y la firma del autor.
-(¡Piénsalo, cariño, el resto del rollo acabó marchándose por las cañerías después de haber limpiado las inmundicias nuestros sofisticados culos, pero ese trocito en particular -sin haber hecho absolutamente ningún mérito para merecerlo- se va a pasar años y años presidiendo una sala de las Naciones Unidas, ¿se te ocurre algo más injusto que eso?)

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