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lunes, 9 de noviembre de 2009

Comerse una Manzana.

El Mundo, la Vida y la Muerte caben en una manzana.

La manzana es una fruta generosa y sincera (no como otras), pues te deja elegir entre comerla con piel o sin ella; cruda o asada; y nunca entorpece tu degustación con incómodos e inesperados pipos, pues todo lo que tiene son pequeñas pepitas de localización cómodo y predecible.

Sí, comerse una manzana es la perfecta metáfora de la propia vida: no importa lo que apures, siempre tienes la sensación de que no la aprovechaste del todo, de que podrías haberle dado un mordisquito más antes de tirarla.

Por una manzana Adán y Eva perdieron el Paraíso, asesinando otra ganó Guillermo Tell la libertada para su pueblo; por una tercera murió y vivió Blancanieves; por la de más allá, se tiraron los trastos discordes Hera, Atenea y Afrodita y, para colmo, una manzana suicida en su caída, hizo caer a Newton en que había algo llamado Gravedad.

Es por todo esto que proclamo a la manzana como fruta entre las frutas, cercana y legendaria, saludable y venenosa...

¡Viva la manzana! (¡¡¡Viva!!!)

Y, ¡cómo no!, nadie se ha comido una manzana como este señor de arriba. En la televisión y ante una audiencia muda de admiración ante lo sencillo que es ser genial cuando se sabe serlo. Don Tony Leblanc, por favor, en pie, señores.

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