Allá por 1993, la mayoría de los ONGs las formábamos voluntarios aficionados con muy buena voluntad. Hacíamos nuestros folletos en el ordenador y nuestras pancartas a mano y rotulador (sobre lecho de cartulina). En el otro extremo, estaban los bancos y las grandes empresas. Preocupados de lo suyo, que es hacer dinero.
Pero resultó que las ONGs crecieron, y con el crecimiento llegaron más socios, y con los socios el...dinero. "Poderoso caballero es don Dinero". Quevedo dixit. Entonces empezó a surgir una curiosa especie: los profesionales del voluntariado. Ya no se hacían los folletos y carteles en un rato en casa. Se mandaban a una imprenta. Y llegaron a nuestras vidas frases desconocidas, como "objetivo trimestral de crecimiento" o "imagen corporativa". Y estos profesionales iban y venían, de Greenpeace a Intermon-Oxfam, de Médicos sin Fronteras a Amnistía Internacional. Las ONG siguen siendo, lamentablemente necesarias, y hacen una labor alucinante (la que deberían hacer los gobiernos, por cierto). Pero, no sé, se ha perdido el encanto del buen corazón y los medios precarios. Ahora somos, en cierto modo, las multinacionales de la solidaridad.
En el otro extremo, mis amigos de los bancos y las empresas. Algún publicista espabilado se dio cuenta que todo eso de las causas justas y el buen rollo "da imagen", concepto clave. "Somos un banco con corazón", "Nuestra empresa se preocupa". Poco a poco, los anuncios de los bancos y similares se fueron llenado de buenos propósitos, de porcentajes donados a niños del Perú o financiación de servicios de asistencia a domicilio para ancianos.

En resumen, que veo algunos anuncios y ya no sé si es de un banco o de una ONG, o quién es quién. Pero usted deje de pagar la hipóteca...si se atreve
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