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jueves, 19 de junio de 2008

La incursión aérea del oficial Fujita. ("Pirómano Harbor").

Nobuo Fujita tuvo una idea. Sobre el papel, una locura, pero la guerra es la ocasión ideal para hacer locuras. Especialmente, si es Mundial.

Un submarino con un hidroavión dentro y un co-piloto. Era todo lo que necesitaba Fujita, y las autoridades del Sol Naciente se lo concedieron.

A las 6 de la mañana del 9 de Septiembre de 1942, Nobuo Fujita y Okuda Shoji despegaron a los mandos de un E14Y desde la pista emergida de un submarino I-25 situado frente a la costa oeste de Estados Unidos. Pusieron proa a la cercana Oregon. Su carga, un par de bombas incendiarias, y su misión, provocar un voraz fuego en algún frondoso bosque, sembrar el pánico y, en general, fastidiar al enemigo, que de eso va una guerra.

La cosa salió...regulín. Las bombas cayeron sobre su destino, pero no fueron capaces de despertar unas llamas que el voluntarioso personal anti-incendios no pudiera mandar otra vez a la cama. Inasequible al desaliento, Fujita volvió a la carga el 29 de Septiembre, pero, como la otra vez, sin consecuencias.

Y ahí quedó la cosa. Ni Japón ni ninguna otra fuerza enemiga fueron capaces de orquestar un solo ataque aéreo sobre Estados Unidos durante el resto del guerra. Los cielos USA permanecerían tranquilos y modorrones hasta que otro mes de setiembre, casi seis décadas después, el despertador sonara repentino, traidor y asesino.

En lo referente al inefable Nobuo, con la guerra acabada hacía años, puso pie en los campos que había sobrevolado y donó a la población objeto de su ataque (Brookings) un centenario objeto: la espada samurai de su familia. Detallazo.

Nobuo Fujita, un buen hombre atrapado en una mala guerra, como tantos y tantos millones durante la historia, murió en 1997 a los 85 años de edad. Parte de sus cenizas descansas en aquel bosque donde, a su manera, él había hecho su parcelita de historia.

Nobuo Fujita posa para la cámara muy en su papel.

"Música a cuento de..." valerosos samurais de los aires protagonizando pintorescas misiones plenas de romanticismo y vacías de sentido práctico. "Anvil of Crom", compuesta por Basil Poledouris para la banda sonora de "Conan, el Bárbaro".

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