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sábado, 6 de mayo de 2017

Los Escuderos (2).

-¡Vamos, don Valerio!

Don Valerio había sido en otro época todo un señor, pero ahora, en honor a la verdad, era poco más que un fragilísimo vegetal animado. Por eso su familia había contratado no a una sino a dos personas internas para que cuidaran de él día y noche (salvo los periodos de descanso marcados por la ley, más o menos). El matrimonio Gutiérrez había sido el elegido. Más idóneos no podían ser, pues ella era enfermera y él estaba hecho un toro.

-Yo cada día le veo peor a este hombre, el día menos pensado...

-¡Calla, por favor!

Don Valerio y su cuidado era la única fuente de sustento de aquella familia. Muerto el perro, se acabaron el dinero y el techo. Mejor no pensarlo.

-O igual se lo llevan a una residencia.

-¿Por qué iban a hacer eso? ¿Qué hay en esas residencias? ¡Enfermeras y tíos con un par de brazos! ¡Lo que nosotros somos!

-Pero allí hay más.

-¡Por eso nosotros dos nos multiplicamos!

Ella, siempre tan optimista y tan fuerte; el siempre tan negativo y tan blando.

-No sé, no sé...Si es que nos mira con esos ojitos de ya he vivido bastante y me quiero ir...

-'Mira, gilipollas, como sigas diciendo tonterías, el que se va a ir para el otro barrio eres tú, y facturadito por mí en persona!

La señora Gutiérrez era todo un carácter. No le había quedado otra en esta vida.

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