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domingo, 23 de abril de 2017

La última bala del Pistolero (y 6).

"El Pocho" se había mantenido perfectamente alejado de todo aquello, según lo planeado.

"La madre de todas las broncas", así había titulado la prensa especializada, y no era para menos. La jugada era previsible, por lo que el Pistolero se había preparado mentalmente para no caer en la trampa. ¿Qué mejor manera de proteger a "El Pocho" que forzar la expulsión del Pistolero al segundo de iniciarse el partido? Pero no, él no caería. Le hicieran lo que le hicieran, le dijeran lo que le dijeran, él tranquilo y a jugar (o, mejor dicho, a hacer su juego).

Fue en el mismo instante en que los jugadores pisaron el terrano de juego. "Macita" Miller se aproximó al Pistolero y le susurro algo al oído, con la mano oportunamente cubriendo sus labios. Al instante, como impulsado por el resorte del odio más irracional, el Pistolero le propinó un puñetazo de auténtica antología. El plan era caerse al suelo y chillar, pero "Macita" Miller decidió improvisar y devolvió el derechazo. El resto, como se suele decir, es historia. La historia de un partido que terminaron iniciando nueve contra nueve jugadores. Obviamente, tanto el "Macita" con el Pistolero estuvieron en el grupo de los expulsados.  La historia de un partido sin historia: 5-0, con cuatro tantos de "El Pocho". Demasiadas facilidades.

Así fue el último partido del Pistolero, que terminó retirándose no como futbolista, sino como improvisado boxeador. Pero, ¿qué le había dicho "Macito" Miller? ¿Cuáles habían sido las palabras mágicas? Eso nunca se supo. Fue un secreto que se llevarían a la tumba el Pistolerio, "Macito" Miller y la persona que le había llamado por teléfono para revelárselas. 

Es lo malo de los tipos como Brocco, que te entrenan tan bien que llegan a conocer hasta el últimio rincón de tu alma y tu corazón, y saber cómo hacerlos saltar.

Arturo Brocco odíaba todo aquello en lo que habían convertido al fútbol, y aquella fue su pequeña venganza.

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