A mister Ding, como buen propietario de última generación de club de fútbol, no le gustaba el fútbol. Es más, le aburría. A mister Ding no le gustaba el deporte, sólo le interesaba ganar o, mejor dicho, ganar dinero. Para terminar de ser precisos, diremos que a mister Ding le gustaba ganar dinero -muchísimo- a cualquier precio, y ahí era donde entraba el deporte. Era un producto que se vendía bien. A mister Ding le habían empezado a hacer rico las baratijas de bazar por Internet, luego las tiendas de ropa, la hostelería, los pisos y el fútbol no era más que otro tentáculo de su insaciable pulpo de hacerse cada vez más rico.
Por tanto, la idea del Pistolero le pareció estupenda.
-Muy bien. Poner el práctica.
-Hay un problema, presi. Para eso hace falta que me saque el mister.
-¿Mister? Yo mister Ding, yo sacar.
-No, no...Mister usted no. Mister de entrenador....Mister Brocco.
-¿Por qué mister Brocco no sacarte?
-¡Dice que no es ético, que va en contra del deporte y de sus principios!
Mister Ding se puso muy serio y arqueó su ceja izquierda (mala señal).
-No entender eso de principios deportivos en deporte profesional, Niños de liga escolar, puede, pero esto es un negocio de millones de millones. No lugar para absurdos principios deportivos en negocios.
-¡Si eso mismo le digo yo, pero no me hace caso!
-No preocupar, yo hablar con mister Brocco. Tú sacado.
En el idioma tan particular de mister Ding, "hablar con" era sinónimo de "convencer a". Era algo que mister Ding sabía hacer a cualquier precio, aunque a los tipos como él les solía salir bastante barato.
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