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martes, 7 de marzo de 2017

Scott, el Tejón de la Miel. (2)

Alguien, en algún momento, acarició la idea de buscarle una compañera a Scott, pero pronto le hicieron abandonar la idea. No era fácil -o sea, que no era barato- encontrar una hembra de esa especie y, en cualquier caso, ¿qué sentido tenía traer al mundo otro ejemplar de ese bicho tan feo?

A Scott le daba absolutamente igual estar solo. Scott ya estaba viejo -o sea, que ya se había resignado a aceptar que las cosas son como son y así hay que aprener a vivir con ello porque no se tienen n las fuerzas ni la fe para intentar cambiarlas-.

-¡Pues yo creo que tiene tanta mala leche porque no tiene a nadie!

-Bueno, tú métele a un cachorrito de perro en la jaula para que le haga companía.

-¿Estás loco? ¡Lo mataría!

-Ves, por eso tiene que estar solo.

Scott era tema de conversación ocasional entre los empleados del zoo cuando estaban muy aburridos. La zoología no es tan apasionante como parece en las películas (más bien, resultar ser tan aburrida como los documentales).

-Además, que ahora está muy tranquilo. ¡Deberías haberle visto cuando lo trajeron!

-¿En serio?

-Un cabronazo de mucho cuidado.

-¡Joder, pues cómo sería!

-¡Ni te lo imaginas!

Pues era joven y, por tanto, aún tenía el valor de soñar, la locura de creer que los sueños se cumplen y el valor y la locura de pelear para que se hicieran realidad.

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