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sábado, 31 de diciembre de 2016

Las cuatro estaciones de don Epifanio García (y 11).

Epílogo

-¡Qué de gente! Y eso que decía que no tenía amigos.

-En el velatorio de un rico hay de todo menos amigos, Pocito.

-Sí, puede que tú seas lo más parecido a la amistad que tuvo en sus últimos días.

-¡No seas cínico, que soy cómplice de su asesinato!

-Quería morir, ya se estaba muriendo de todos modos. Más que un asesinato, se puede considerar un anticipo.

-¡Menudo cabrón estas tú hecho, Pocito! No sé como me deje convencer para aquello.

-Pues porque eres una buena amiga.

-Con tu concepto de la amistad, no sé si tomármelo como un cumplido o como un insulto.

-Mìrale, si hasta parece que está sonriendo.

-Pues a mí me parece como triste. Ahora hasta me está entrando un poquito de cargo de conciencia.

-No me hables de conciencia, después de aquello que me hiciste...

-¡No me jodas, Pocito! ¡De eso hace un cerro años, pensé ya que ya lo teníamos hablado y superado!

-Sí, es un tema superado, por eso prefiero cambiar de tema.

-¿Cuánto te han dado los de tu empresa?

-Mi modesta comisión.

-Que debe de haber sido un cerro de duro.

-Un cerro de duros menos el soborno al médico que firmó la partida de difunción sin rechistar.

-¡Ese sí que no tiene conciencia, Pocito!

-¡Sí, qué perro mundo! ¡Qué listo don Epifanio al querer largarse!

-¡Y que lo digas, Pocito!

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