Invierno
-Es cuestión de horas, quizás no muchas.
-Pero sigue consciente, ¿no, doctor?
-Oh, sí. Cabezón hasta el final. De hecho, puede que las horas de las que hablaba antes se conviertan en días.
-Es curioso, se supone que no tiene ganas de vivir.
-Pero tiene muchísimas de fastidiar, y conviene no subestimar el poder de esas.
-¿Podemos pasar?
-Claro, ¡para alguien que viene a verle!
Ella y Javier Pocito pasaron sin llamar a la habitación de su paciente favorito de aquellas últimas semanas.
-¿Cómo estamos, don Epifanio?
-¡Irse a tomar por culo los dos!
Era el saludo habitual. Cada vez más débil, ronco y susurrado, pero siempre igual de contundente.
-Le traemos un regalo.
-¡Pues os lo metéis por el culo!
-Al contrario, es algo para que usted se lo meta por la boquita ¡No sea cascarrabias y tómese esta pastillita, que ya vera lo divinamente que le sienta!
-¿Qué me dais, malparidos?
-Una cosita muy rica.
-¡Pero eso es!
-¡Un caramelito!
-¡Cabronazos!
-Traga, Epi, traga.
-¡No le tapes la nariz, Pocito, que le vas a matar de otra cosa!
No hay comentarios:
Publicar un comentario