-Todas las adolescencias son duras. ¡Y no hace falta estudiar una carrera de loquero para saber eso!
-Tienes razón. Pero quizás la tuya lo fue especialmente...
-Sí, eso me parece a mí. Pero, por otro lado, a todos nuestros problemas se nos antojan especialmente duros.
-En eso también llevas razón.
-Los viejos llevamos razón en casi todo, el problema es que los jóvenes no nos hacen ni caso.
-¡Te estás poniendo filosófico!
-Me puedo permitir el lujo: me estoy muriendo.
Había llegado el momento de sondear el terrero. Una promesa es una promesa, y tenía que intentarlo con todas sus fuerzas y toda su sabiduría.
-Perdóname la grosería, pero yo más bien diría que te estás matando.
-Lo esperaba. ¡Ya estaba tardando en tratar de convencerme de que me opere!
La primera estocada había pinchado en hueso. Era previsible.
-Tienes cara de luchador, ¿te vas a ir sin presentar batalla?
-¿Luchador, yo? No encontrará a un soltero que lo sea.
-¿Te apetece hablarme de tu relación con las mujeres?
-¿Se quiere deprimir?
-Estoy inmunizada contra las historias tristes. Es mi trabajo.
-Bien, usted lo ha querido.
-¿Cuántas veces te has enamorado?
-Pregunte mejor cuántas veces me enamoré. Hace tanto tiempo de eso, que, para hablar con propiedad, mejor hacerlo en pasado.
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