Para un niño de 8 años, papá y mamá lo saben todo, o, en su defecto, el abuelito.
Milito entró en la salita de estar con la mirada decidida, el lapicero en la boca y el libro de Matemáticas bajo el brazo. Don Emilio se temía lo peor.
-¿Me ayudas a hacer los deberes, abu?
-A ver, dime.
-Son Matemáticas...Si dos la...labre...labregos.
.-Labriegos, hijo.
-Eso...Si dos labregos...
-Labriegos.
-Lebriegos
-Bueno, dejémoslo en dos campesinos.
-Pues si esos señores comprar un terreno entre los dos...
-Pues acabarán a puñetazos por él. Escríbelo ahí, en el libro.
-¡Abuelito, no seas bromista, que esa no es la solución!
-Ya, querido. Ni esa ni ninguna. No tiene solución. Ese es el problema de los problemas de este país...¡Qué coño, de España, vamos a llamar a las cosas por su nombre y dejarnos de cursilerías de "este país"!
-¿Qué es "coño", abuelito!
-Es nuestra mágica secreta. ¡No le cuentes a nadie que te la he enseñado! En especial, a papá o a mamá. ¡Y a la yaya ni se te ocurra, que me despelleja vivo!
-¿Y qué magia hace ese "coño", abuelito?
-Pues desahogar un montón y te renueva el carné de español.
Labriego no se la aprendía ni a tiros, pero lo del coño lo había cogido a la primera.
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