19.Tres
príncipes para un reino.
Eva en eso también debía de ser una entre un millón. Los
profesores siempre insisten con frecuencia en el asunto, aunque,
vista la evidencia, seguramente ni ellos mismos nos capaces de seguir
su consejo a rajatabla. Eva, le comento, era de esos pocos escolares
que dejaban la mochila bien preparadita la noche antes. Repasaba y
volvía a repasar que estuviera todo. De esa manera, nunca le faltaba
nada (no como algunos profesores, que tenían que pedirle a veces el
libro de su propia asignatura prestado a algún alumno).
Aquella noche, obviamente, la estrella del repaso fue el inédito
workbook destino al Módulo. Lo puso el primero del taco, y bien
separado del suyo propio, no fuera a ser que hubiera algún
malentendido y le presentara al Big Ben el que no era. Después de
todo, el dichoso workbook era el producto de un robo, o más o menos,
y estaba en condiciones de acarrearle un problema.
Lo sacó como para volverlo a meter, como una manera de vencer la
pequeña obsesión de que se le iba a olvidar. Revisó también que,
efectivamente, estaba en blanco y sin nombre ninguno. Las manías nos
hacen así de maniáticos. En ese momento también se le ocurrió
sacudirlo. Era otra de las sanas prácticas que uno debe de seguir
antes de presentar un cuaderno a un profe. Los papelitos
comprometedores tienen la fea costumbre de guardarse yo ser olvidados
entre las páginas del material escolar. En efecto, la corazonada fue
inesperadamente correcta: de entre las hojas del workbook cayó un
trocito de papel. Eva lo tomó con curiosidad y cierta aprensión.
“Woorbook inglés ref.22. Copias no vendidas: 3”, rezaba en letra
de cura entrado en años (o sea, de molde y muy elaborada).
¿Copias no vendidas 3? ¿Qué había hecho la Urbi con las otras
dos? ¡Igual había sido tan torpe que nos las había visto? Bueno,
eso a ella le daba igual. Devolvió el workbook a la mochila, la
cerró (por fin) y se preparó para irse a acostar.
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