A la mañana siguiente, la cita se fijó a la hora del recreo. Pustu
hizo de intermediaria, y ya le dejó bien claro que el objeto de la
misma era: “solucionar lo del workbook y ya. Nada más, ¿vale?”.
No obstante, cuando el Módulo apareció por allí, puntual como un
reloj, Eva decidió que mejor recordárselo.
-No te hagas líos colega, que venimos a lo del workbook y nada más.
Dio igual, el Módulo era el Módulo.
-¿Seguro, Evis? Me parece a mí que hay algo más.
El Módulo, lanzado como nunca, imbuido del espíritu kamikaze lanzó
su cabeza a por los labios de Eva.
¡¡¡Zas!!! Por desgracia para él, un workbook se interpuso
violentamente en su camino. Eva siempre fue muy rápida de reflejos.
-¡Mira, emperador del imperio de los gilipollas, esta tarde te vas a
meter en tu casa, vas a ponerle tu nombre a este workbook, vas a
hacer todos los jodidos ejercicios y mañana de dices al Módulo que
lo has encontrado. Desde este momento, ni me sigas, ni me hables, ni
me mires ¿nos entendemos?!
El Módulo sólo alcanzo a asentir tímidamente y balbucear que sí,
-Me alegro. Adiós.
El Módulo se dirigió a clase y abrió su mochila para guardar el
workbook a estrenar. Lo hizo junto a los otros dos -también
nuevecitos- que le habían entregado a lo largo de la mañana. Luego,
se dirigió al baño a secarse las lágrimas y lavarse la cara.
-¿Ya estás llorando otra vez, “pringao”? -le soltó Jorco,
recién orinado, mientras se subía la cremallera del pantalón.
-¡Un puto examen de Ciencias, que me han “cateao”!
-¡Qué “pringao” eres, joder! -se soltó Jorco, mientras se
secaba una gotita de pis salpicada sobre su mano en la espalda del
Módulo.
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