18.Televisión
educativa.
-¡Ja, ja, ja!- La risas (las carcajadas, mejor dicho) del señor
Ponce eran estridentes y contagiosas. Su hijo (Ponce, lógicamente)
se reía más bajito y con la boca un poco torcida (chulería obliga)
-¡Este Carmandel es la leche en bote!
En efecto, Jose Miguel Carmona “Carmandel” era un pedazo de
cómico. O, al menos, era capaz de hacer reír a millones de
telespectadores cada semana con su programa. Su fuerte, sin duda,
eran las imitaciones de personajes famosos. Dos de de sus incondicionales eran Ponce
senior y Ponce junior. La mamá no se sentaba con ellos delante del
televisor, a ella ese estilo de humor no le iba. Pero les daba igual.
Ver el programa de Carmandel era, junto con los partidos de fútbol,
los únicos momentos que compartían padre e hijo con verdadero
gusto.
-¡Lo clava, lo clava!
Sin duda, era prácticamente igual al original. La ligera tartamudez
ocasional, las eses un poco arrastradas y, por supuesto, la voz
aflautada. José Felix Pérez Pérez era un dios de los terrenos de
juego, pero su vocecita era la que era. Aquella situación -las
burlas que acarreaba- le provocaba una tremenda ansiedad a Pérez
Pérez, pero ni Carmandel, si los Ponce, ni otros tantos millones de
personas se paraban a pensar lo cruel que era sufrimiento que se le
estaba infligiendo al astro del balón con vocecita. Aunque fuera
deportivo, no dejaba de ser el enemigo -el odiado enemigo- y , ya se
sabe, al enemigo ni agua. Después de todo, ganaba muchísima dinero,
así que someterse en silencio a la crueldad de las imitaciones iba en el sueldo. Eso
pensaba Ponce senior y eso mismo le había transmitido a su hijo en
multitud de ocasiones.
-¡Qué se joda, que gana muchos millones!
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