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miércoles, 27 de julio de 2016

Algo huele a podrido en (el estado de) mi cole (37).

17.El Colmo de los planes.

Diez eran diez, y la neutralidad no era una opción. O estabas con Fermi o contra ella. Diez eran diez las señoras de la limpieza de aquel colegio, y divididas con dos ambos irreconciliables desde hacia un sinfín de reformas escolares. En realidad, el único bando con una líder estable había sido el de Fermi, las otras habían ido y venido. La Fermi es mucha Fermi, e, incluso así, todavía había valientes que se enfrentaban a su poder. La Fermi era brusca, pérfida, soberbia y dequeísta. Y, pese a a eso, todavía había personas que decidían no plegarse a sus caprichos y someterse a su voluntad. Grave error.
Urbi era la archienemiga de la Fermi en vigor. Y lo cierto que estaba resultando de las más poderosas. Cinco años llevaba ya, y no daba síntomas de flaqueza (por mucho que le doliera admitirloa Fermi. De hecho, mejor no sacarle el tema). Muy al contrario, las tres últimas incorporaciones al equipo de limpieza se habían unido a su bando. O sea, que las partidarias de Fermi se habían convertido en el bando de las viejas y el otro el de las jóvenes. El detalle no le había pasado desapercibido a Fermi, la cual, con la mala leche marca de las casa, se refería a sus enemigas como las “señoritas de la limpieza”. Además de por intentar despreciar su juventud (algo que la edad siempre intenta hacer sin éxito), por criticar que parecían mucho más interesadas por quejarse de todo que por ponerse a trabajar. Aunque, en honor a la verdad, la Fermi y sus secuaces también eran bastante tiquismiquis a la hora afrontar su responsabilidad profesional. “Yo no sé a estos qué les enseñaran sus mamás y cómo tendrán esas cochinas sus casas”, era una frase que pronunciaba del orden de diez o doce veces diarias.
La perpetua guerra civil de las escobas y los mochos le pasaba desapercibida a las práctica totalidad de aquella comunidad educativa. Pero Eva, que hacía de estar con los ojos, los oídos y la mente bien abiertos una filosofía de vida, sospechaba de muy buena tinta que la Fermi y la Urbi no se podían ni ver. Y de ese antagonismo iba ella a sacar la llave que daba acceso al dichoso workbook.

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