-¡Jo, qué mala suerte hemos tenido, tíos! ¡Me he resbalado justo
cuando ya casi me había ido del siete!
La cuerda estaba casi rota por cien sitios y el Módulo tenía la
torpeza de tensarla incluso más.
-¡Tú no te irías ni de mi abuela atada de pies y manos, Módulo!
-le soltó Ponce. El resto de los muchachos del equipo -menos
impulsivos, más prudentes- se limitaron a asentir con la mirada de
asco.
-¡Hombre, Ponce, tío, que somos un equipo!
-¡No, gilipollas, tú no eres parte de esto!
-Sí, sí que lo es, Ponce. El equipo somos todos, desde el primero al
último. Las victorias son de todos, las derrotas son de todos. ¡Y
hoy tú nos has regalado una bonita derrota, Alvarito! ¡Eso me pasa
por confiar en ti!-soltó el Bicicletas. Lo tenía que hacer, ya le
daban igual las consecuencias. ¿Qué podía haber peor que aquella
derrota tan inmensamente dolorosa?
Eva estaba siendo testigo de la escena. Desde que Pústula le había
comunicado el infausto rumor a la hora de comer, había intentado
evitar al Módulo -por si las moscas-. Sabía que era toda una
temeridad, pero no lo podía evitar, no podía tolerar aquello. Era
esa manera de ser suya, que le iba a llevar a vivir en guerra y
dormir en paz toda su vida.
-¡Anda, cierra el pico y vámonos!
-¡Evis!
-¡Que me llamo Eva, gilipollas!
-¡Ya veo que has venido a verme jugar otra vez! ¿Has visto qué
mala suerte hemos tenido?
-¡Cállate, ya! -le dijo mientras le cogía fuerte del brazo y le
alejaba de la ira de sus compañeros.
Debió de ser el subidón de adrenalina del partido, o que no podía
evitar seguir metiendo la pata, pero el caso es que el Módulo
decidió que había llegado el momento de confesarle su amor a Evis y
así redondear su tarde de gloria.
-Por cierto, Evis, te tengo que decir algo.
Ahí estaba, ella misma se lo había buscado. Por fortuna, Eva estuvo
rápida de reflejos y contraatacó antes de que se iniciara el
ataque.
-¡No, soy yo la que te tiene que decir algo! ¿Es que no te das
cuenta de las cosas? ¡Si no te saco de ahí, igual te habían
soltado un puñetazo! No tengo ni idea de por qué te han dejado
estar en el equipo y menos todavía de por qué te sacan, porque eres
más malo que un dolor, ¡que un dolor! ¿No te das cuenta, Álvaro?
-¿Qué dices, Evis?
-Ves, a este tipo de cosas me refiero. ¿Por qué me llamas así si
te he dicho que no me gusta? Eres un pringado, un marginado, ni eres
parte del Comando ni jamás lo serás. ¡Tienes que despertar y
cambiar, Módulo!
-OK, OK, tía.
-Piensa en lo que te he dicho. Hasta mañana.
Y ahí lo dejó. Disimulando por fuera, hecho polvo por dentro. Y eso
que no había tenido que hacer frente al rechazo de Eva de sus
intenciones románticas.
Más tranquila, Eva se percató de que le había reprochado que la
llamara Evis, pero ella misma lo había terminado llamando Módulo.
Y dudaba mucho de que a él le gustara eso.
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