El partido había terminado y
el Módulo había tenido la oportunidad de disputar los últimos
cinco minutos, y hasta de hacer un remate tímido y desviado (pero
remate, al fin y al cabo). Eso daba perfecto testimonio de que la
cosa no había estado nada disputada. Siete a uno había sido el
resultado final.
-¡Qué partidazo, chicos!
-decía el Módulo mientras chocaba la mano de sus compañeros, que
le devolvían el saludo con más o menos entusiasmo (o, directamente,
no se lo devolvía). Ninguno comprendía qué hacía
el Módulo jugando con ellos, aunque todos entendían perfectamente
la razón. Cuando algo raro pasaba en aquel equipo, era porque el
Bicicletas así lo había decidido. Y el Bicicletas tenía razones
-poderosas- que la razón desconoce. Así y todo, la cosa había
sentado bastante regular. Además de tener que aguantar al tipo plomo
en clase y en los recreos, ahora también tocaba cargar con el muerto
en los entrenamientos y los partidos.
-¿Te ha gustado el partido,
Evis?
-Ya sabes que no me gusta el
fútbol, chaval.
-¡Pues alguna otra razón
habrás tenido para venir a verlo!
Esto último lo dijo el Módulo
poniendo su mejor voz de mal seductor. Eva se limitó a encogerse de
brazos y largarse. El Módulo la vio alejarse con una sonrisa de
confiada superioridad. Lo dicho, loquita la tenía, que hasta se
había tragado un partido de fútbol sólo por verle. Él, en la
infinita inocencia del mundo aparte de fantasía en el que parecía
habitar, no era capaz de darse cuenta de que la única razón de que
Eva siguiera por allí resultaba ser que seguía buscando el dichoso
workbook como una loca. El Módulo se fue a casa feliz, lleno de esa
felicidad tan chula y pura que sale de mezclar ilusión, inocencia e
ignorancia.
El intrépido periodista hizo mutis por el foro. El partido también había terminado
para él.
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