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viernes, 10 de junio de 2016

Algo huele a podrido en (el estado de) mi cole (25).

El partido había terminado y el Módulo había tenido la oportunidad de disputar los últimos cinco minutos, y hasta de hacer un remate tímido y desviado (pero remate, al fin y al cabo). Eso daba perfecto testimonio de que la cosa no había estado nada disputada. Siete a uno había sido el resultado final. 
 
-¡Qué partidazo, chicos! -decía el Módulo mientras chocaba la mano de sus compañeros, que le devolvían el saludo con más o menos entusiasmo (o, directamente, no se lo devolvía). Ninguno comprendía qué hacía el Módulo jugando con ellos, aunque todos entendían perfectamente la razón. Cuando algo raro pasaba en aquel equipo, era porque el Bicicletas así lo había decidido. Y el Bicicletas tenía razones -poderosas- que la razón desconoce. Así y todo, la cosa había sentado bastante regular. Además de tener que aguantar al tipo plomo en clase y en los recreos, ahora también tocaba cargar con el muerto en los entrenamientos y los partidos.
-¿Te ha gustado el partido, Evis?
-Ya sabes que no me gusta el fútbol, chaval.
-¡Pues alguna otra razón habrás tenido para venir a verlo!

Esto último lo dijo el Módulo poniendo su mejor voz de mal seductor. Eva se limitó a encogerse de brazos y largarse. El Módulo la vio alejarse con una sonrisa de confiada superioridad. Lo dicho, loquita la tenía, que hasta se había tragado un partido de fútbol sólo por verle. Él, en la infinita inocencia del mundo aparte de fantasía en el que parecía habitar, no era capaz de darse cuenta de que la única razón de que Eva siguiera por allí resultaba ser que seguía buscando el dichoso workbook como una loca. El Módulo se fue a casa feliz, lleno de esa felicidad tan chula y pura que sale de mezclar ilusión, inocencia e ignorancia.

El intrépido periodista hizo mutis por el foro. El partido también había terminado para él.

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