Aunque sólo fuera por los viejos tiempos, Sarita y sus antiguas
compañeras de mosquete intercambiaban algunas palabras de vez en
cuando. Por supuesto que aquello no era ni de lejos lo que un día
había sido, pero las amistades que fallecen de muerte natural nunca
mueren del todo, y uno de los débiles latidos que siempre les quedan
son los favores hechos de corazón. Y Eva necesitaba uno en aquel
momento.
-Sara, tía, tienes que hablar con las Cenis para convencer al
Comando de que le devuelvan el workbook al Módulo.
Sarita puso cara de sorpresa guasona.
-¿Y a ti que más te da eso “pringao”?
-Me da mucha pena, tía. Que le van a echar.
-¿Le van a echar al módulo del cole porque ha perdido un libro?
¡Pero si eso no es novedad!
-¡No me refería al Módulo, hablaba del Big Ben!
-¿Tú crees que le van a mandar a la calle por eso?
-Lo sé de buena tinta. ¡Es un profesor y se supone que tiene que
mantener el orden y la disciplina en clase! Hasta ha venido un tío
del ministerio.
-¿A ti qué más te da, tía? ¡Es un simple profe, que espabile!
-Te digo que me da mucha pena de ese pobre hombre.
-Mira, en cualquier caso, el Comando no ha sido esta vez.
-¿Estás segura?
-¿Robarle algo al Módulo? ¡Eso es tan fácil y está tan visto que
hace mucho tiempo que no tiene ni gracia!
-Entonces, ¿quién lo tiene?
-Ni idea. Lo más seguro es que el anormal del Módulo lo haya
perdido por la calle porque se le cayó de la mochila o algo.
-¡Joder, pues tiene que aparecer como sea!
-Lo dudo. Si el trabajo del Big Ben depende de encontrar ese
workbook, que se vaya buscando otra cosa.
Eva se despidió de su casi-amiga y se marchó angustiada. Hasta aquel momento había estado
convencida de que el maldito workbook estaba en poder del Comando y
aquello la había dejado totalmente fuera de juego. Sarita la observó
mientras se alejaba. ¡Preocuparse por un profe, menuda pringada!
¡Con razón ella había cambiado de amigas, la decisión más
acertada de su vida!
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